Las agencias de calificación, en el ojo del huracán
Gaceta de los Negocios
Editor: Hugo Dixon
Informaciones: Mike Verdin y Robert Cyran
Su estatus semioficial ha ayudado a hinchar la burbuja de los derivados. La solución es desregular
Las agencias de calificación son la cabeza de turco de la crisis del crédito. Desde luego que tienen algo de culpa. ¿Pero qué tipo de castigo hay que aplicarles? La reacción visceral de los políticos a ambos lados del Atlántico será aumentar la regulación. Barney Frank, presidente del comité de servicios financieros del Congreso, y Charlie McCreevy, el comisario de mercados internos de la UE, se preparan para la batalla.
Pero esa sería exactamente la respuesta equivocada. El estatus semioficial de las agencias ha contribuido a hinchar la burbuja de los derivados. La solución es desregular.
Desde luego, es malo que agencias como Moody’s y Standard& Poor’s otorgaran calificaciones de grado inversión a algunos instrumentos de crédito estructurado que ahora se han convertido en basura. Pero su estatus semioficial —están, entre otras cosas, cubiertas por una división especial de la SEC— ofrecía a los inversores a un falso sentimiento de seguridad. Estaban demasiado dispuestos a creer a las agencias cuando empezaron a dar calificaciones de triple A a los CDO, conduit, títulos respaldados con activos y otros instrumentos parecidos.
El papel de las agencias en el firmamento financiero también las ha protegido de la competencia, lo que puede haber redundado en un trabajo un poco chapucero. Son los bancos que estructuran los vehículos de crédito los que les pagan, no los inversores. Ayudaron a los banqueros en su alquimia financiera de forma que las hipitecas de riesgo milagrosamente parecieran papel digno de una triple A. Y sus empleados no parecen tener la experiencia necesaria para poder evitar que financieros mucho mejor pagados les engañen.
Los políticos deberían eliminar el estatus semioficial de las agencias y exponerlas a una competencia frontal. Algunas continuarían del lado de los bancos. Pero aparecerían nuevos contendientes, que se autodenominarían independientes y se financiarían con la venta de su investigación a los inversores.
Pero ¿no tendrían los inversores que hacer más análisis por sí mismos? Seguro que sí. Pero un poco de trabajo duro es mejor que subcontratacerebros. ¿Y esto no ralentizaría la innovación financiera? Pues también. Pero las burbujas se han alimentado de innovación financiera construida sobre ignorancia y seguramente es algo sin lo que el mundo puede funcionar.
Lo pequeño es vulnerable
Es muy posible que los bancos más pequeños de Europa den una calurosa bienvenida la próxima vez que un comprador rico llame a su puerta. Para muchos de ellos, ha resultado fácil seguir siendo independientes en los buenos tiempos, cuando conseguían sustanciosos beneficios del dinero fácil. Pero si la tormenta en los mercados de crédito persiste, podrían desear tener un papi cariñoso.
En particular las entidades crediticias con exposición directa a los activos tóxicos de las hipotecas de riesgo estadounidenses (subprime), que son el epicentro de la tormenta. Algunos de estos bancos ya han buscado refugio con socios más grandes. IDB de Alemania, cuyo fondo Rhineland Funding tenía una fuerte inversión en las subprime, ha buscado la ayuda del banco estatal KfW, su mayor accionista. El holandés NIBC Holding ha caído en brazos del islandés Kaupthing, que había estado detrás de él durante años.
Pero este no es todo el daño. Hay efectos internos también. Incluso los bancos que no tienen inversiones relacionadas con las subprime se están viendo afectados ahora que la financiación es difícil de conseguir, y más cara cuando se puede obtener.
Es un problema especial para los bancos hipotecarios como el británico Northern Rock que prestan mucho pero no tienen muchos depósitos. Northern tiene una cartera de préstamos mayor que Standard Chartered (siete veces mayor), pero sólo tiene un tercio de sus depósitos, según Collins Stewart.
Algunos pueden ser capaces de capear la tempestad por ahora. Norhern Rock, por ejemplo, captó un montón de efectivo a principios de año de securitizaciones, una ruta ahora bloqueada por la crisis de crédito. Pero si la tormenta arrecia y dura demasiado tiempo, cada vez parecerán más atractivos los brazos de un banco mayor y diversificado.
Estos bancos pueden parecer objetivos más atractivos también, dada la paliza que han recibido de los inversores. Northern Rock, que inició el año con un múltiplo de 11,8 veces los beneficios de este año, cotiza ahora a menos de siete veces, según JCF FactSet. La cotización de algunos bancos grandes, como HSBC, apenas se ha movido.
Rescates
Si hay algo de lo que Wall Street huye es de los rescates. Bear Stearns acordó prestar en torno a 1.500 millones a su High Grade Structrued Credit Strategies Fund cuando empezó a tener problemas. Y Goldman Sachs hizo una ampliación de capital para su Global Equity Opportunities Fund —Goldman y unos cuantos inversores más inyectaron 3.000 millones—. El banco acordó reducir las tasas de gestión para los nuevos inversores hasta sólo el 10% de los beneficios. Ambas acciones estuvieron muy cerca de la línea de rescate, pero no la cruzaron.
Goldman, en especial, ha sido firme en ese terreno. David Vinar, jefe financiero, se salió de su camino para subrayar que esto no era un rescate. En lugar de eso, definió los problemas del fondo como el resultado de “25 desviaciones estándar durante varios días seguidos”. El universo puede no ser lo bastante viejo para que ocurra un acontecimiento de esa envergadura, pero no importa. Goldman dijo que estos amplios movimientos presentaban una buena oportunidad para los nuevos inversores y un fondo mejor capitalizado.
El hecho de que Goldman tuviera que ofrecer tasas de gestión reducidas indica que es posible que los clientes hayan necesitado un poco de descuento para desembolsar capital extra o que el banco estaba intentando aumentar su reputación. Pero una cosa es segura, atraer nuevos fondos de fuera reduce el riesgo de pánico en el banco y los riesgos para la reputación de la propia Goldman Sachs.
Los bancos han adoptado cada vez más cantidades de riesgo fuera del balance de situación a lo largo de la pasada década. Esto ha generado toneladas de tasas, pero ha dejado a las instituciones con unos riesgos ocultos tanto para el capital como para la reputación que ahora están saliendo a la luz. Estos “rescates que no son rescates” son la punta del iceberg. Paradójicamente, los bancos de inversión se encuentran en el mismo barco que sus supervisores, los banqueros centrales. Con rescates demasiado obvios, todo el mundo llamará a tu puerta pidiendo uno.
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