Corrupciones naturales
José María Marco/ larazon
Lo propio del socialismo es impedir el desarrollo y el progreso. ¿Cómo? Coartando la libertad de las personas para seguir su propio proyecto de vida, lo que la Declaración de Independencia de Estados Unidos llamaba «el derecho a la búsqueda de la felicidad». Por cierto, que en el primer borrador de la famosa Declaración no figuraba esa expresión sino otra más práctica: el «derecho a la propiedad privada». Ahora el Gobierno socialista, como informaba ayer La Razón, se ha lanzado a una cruzada para recuperar -es un decir- el esplendor del litoral español perjudicado por el exceso de construcción, en particular por la construcción a pie de costa. Y yo me pregunto: salvo en algún caso de belleza natural particularmente notable, ¿qué tiene de malo construir en la costa? Siempre se ha hecho para beneficio de todos. De los que construyen, de los dueños de los terrenos sobre los que se edifica, de los que compran o alquilan, e incluso del litoral, que de otro modo acabaría abandonado en manos de municipios que carecen de medios para preservar unas supuestas bellezas naturales que pocas veces lo son. ¿Es preferible un vertedero que una buena urbanización? ¿Por qué hay que sacrificar a la superstición progresista de lo «natural»? El mejor ejemplo de los nefastos efectos de la hiperregulación es Marbella. Bajo mandato socialista, a punto estuvo de convertirse en una ruina, lo que explica casi todo lo que pasó después. La muy ambigua ley de Costas de 1988 tropieza además en su aplicación con las competencias atribuidas a los ayuntamientos en la gestión del suelo. Éstas han contribuido como pocas normas al encarecimiento del precio de la vivienda y a la corrupción, incluida la corrupción política. Así se explica que mientras se están expropiando edificios levantados antes de la famosa ley -algo manifiestamente inconstitucional- José Blanco se esté construyendo una dacha, quiero decir un ático, a veinte metros de la costa. Liberalícese el suelo, redáctese una ley clara y sencilla, y todos saldremos ganando. Pero eso es justamente lo que los socialistas no quieren.
Etiquetas: consecuencias colaterales del pinchazo inmobiliario, Ley de Costas
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