Sobre las rosas
DENUNCIAS POR VIVIENDA
Hace unos años oí al filósofo Gustavo Bueno exponer en una conferencia que la Unesco, en uno de sus numerosos estudios, usaba como umbral para discriminar el índice de pobreza, no al hombre que, con sus manos, sabe construirse su casa con los recursos a su alcance, sino aquel en cuya vivienda tiene o no tiene un aparato receptor de ondas televisivas.
El pinchazo de la burbuja inmobiliaria española -ya se sintoniza en las pequeñas pantallas masivas-, se ha producido envuelto en una crisis crediticia mundial, en buena medida, como resultado (lo que primero fue alarma y sospecha luego se vio que no tenía suelo real) de los excesos de confianza financiera que puso al desnudo el pasado verano la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, unida a la marcha de las economías punteras occidentales (USA, Gran Bretaña, Alemania, Francia) frente a las orientales (Japón, India, China); que se venga abajo el sector inmobiliario español, es solo y con una importancia relativa, y muy secundaria, un retal en el descosido traje de las economías del llamado primer mundo.
Durante siglos, en el llamado Occidente, el símbolo del amor y de la fecundidad ha sido la rosa. Con su polifonía de interpretaciones. Como la genial que el poeta/tendero, ya casi olvidado, Víctor Botas imprimió a uno de sus poemas así titulado: "No basta la fragancia / ni la húmeda forma de los pétalos / para explicar la fama / de un órgano sexual cuyo prestigio / le permite la audacia / de ser símbolo / y peso / del casto amor / (temible / y delicado) / que inventó en la Edad Media un trovador / provenzal que debía / tener pero que muy muy mala uva" (Historia antigua, Pamiela).
Etiquetas: economías en la era de la globalización, el problema de la vivienda, Víctor Botas
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