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domingo, abril 27, 2008

La perversión de los ideales / 3

José Vidal-Beneyto/ elpais

La política se muere, los partidos exultan, la ideología se ahoga en la confusión, el poder es el objetivo único y sus aspirantes se multiplican e impacientan. Esa turbamulta de ambiciones y de urgencias cuyos objetivos colectivos son precarios e intercambiables tiene un solo polo de agregación: el éxito personal. Los principios y valores que son su razón de ser han perdido sus perfiles diferenciales y funcionan como pretextos, en algunos casos con voluntad de legitimación, de sus opciones y prácticas. Público y privado son espacios de interpenetración y convergencia igualmente aptos para la práctica del mando, en particular dentro de los partidos. De aquí que a sus puertas se agolpen todos aquellos que se sienten particularmente concernidos por esa actividad y que los partidos se hayan convertido en campos privilegiados de las luchas por la conquista del poder en la sociedad en su conjunto y dentro de los colectivos que cada uno de ellos forma.

Ciñéndonos a la inmediata actualidad, el Partido Popular español y la pugna entre Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy y sus contornos militantes más inmediatos, por no hablar de las rivalidades dentro de los nacionalismos catalán y vasco; o la desaforada carrera en pelo en el socialismo francés en el que la porfía Ségolène Royal / Bertrand Delanoë sigue estando acompañada por un nutrido escuadrón de barones de los que ninguno se quiere bajar del tren. Entre ellos destacan Dominique Strauss-Kahn, Laurent Fabius, Pierre Moscovici, Martine Aubry, Julien Dray, Vincent Peillon, sin olvidar la función de hermano mayor que sigue cumpliendo Lionel Jospin y los últimos reclutados Arnaud Montebourg y el catalán francés Manuel Valls. Brega que deja necesariamente cicatrices y que no puede abreviarse mediante una clarificación ideológica que ayude al posicionamiento y por ende a la agrupación de unos y de otros. Aunque tanto en el campo liberal como en el socialista se reclame un esclarecimiento programático que precise y redefina cuál es su marco doctrinal y cuáles sus fundamentos políticos básicos.

En el caso del Partido Popular español convendría confirmar si la decisión de José Maria Aznar de alinearlo frontalmente en el espacio de los neocons norteamericanos sigue vigente tanto respecto de la política internacional como en los temas de política social y de tratamiento de la naturaleza, o por el contrario las matizaciones en favor del liberalismo clásico de Rajoy, Camps, Arenas, etcétera, son hoy los dominantes. En cualquier caso, la existencia de una plataforma doctrinal tan potente como FAES debería ayudar a su partido a situarse con claridad en el nuevo liberalismo o en el integrismo neocon. El Partido Socialista francés se dotó el martes pasado de una nueva Declaración de Principios, que se someterá a debate y votación en la Convención Nacional del próximo 14 de junio y sustituirá a la que se aprobó en el año 1990. La declaración que revindica una economía social y ecológica de mercado; que se declara favorable a un modelo de desarrollo sostenible y se manifiesta comprometida con la salvaguardia del planeta; insiste en la obligación de promover un sector privado dinámico. Parece claro que la nueva opción del socialismo francés, como veremos después, se sitúa en la línea de lo que se ha calificado de socialismo liberal.

Clarificación especialmente importante en este momento en el que las dos grandes opciones político-ideológicas, el liberalismo y el socialismo que durante los siglos XIX y XX han señoreado la vida publica del mundo occidental, han perdido bastantes de sus características antagónicas y han ido acercando sus posiciones hasta constituir un continuum en diversos ámbitos.

Este proceso de aproximación doctrinal y de homogeneización en los planteamientos y soluciones es lo que ha generado el resultado que hoy se designa como pensamiento único. Pero más allá de la vaguedad y de la indefinición básica propia de esta designación, la interrelación entre liberalismo y socialismo puede ser objeto, tanto en su decurso histórico como en su aprehensión teórica, de una doble consideración, que parte en ambos casos del descrédito de las experiencias comunistas, en especial de la soviética. Sus dos grandes referentes, que constituyen los ejes centrales de la democracia radical, son la libertad y la igualdad. El tratamiento de su interacción y la secuencia de sus prioridades se traducen en las dos grandes variantes: el liberalismo social desde J. S. Mill pasando por Calogero hasta Monique Canto-Sperber, y el socialismo liberal con Rosselli, Bobbio, Lefort y Habermas.

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