Denuncias por vivienda

Contra la vivienda indigna. V de Vivienda. Todos juntos podemos.

viernes, abril 25, 2008

Radical transformación del paisaje social

Emmanuel Rodríguez López/ diagonal

Que Madrid no es la vieja ciudad industrial que algunos conocimos de niños, con sus pequeños talleres, sus grandes fábricas y sus episodios relativamente frecuentes de huelgas obreras, es algo tan evidente como que tampoco su economía gira en torno al empleo de las administraciones públicas. Lo que sin embargo nos deja perplejos es que no existan fórmulas para decir lo que en Madrid constituye y discrimina su sociedad, aquello de lo que vive su gente y que en parte la constituye en grupos sociales diferenciados.

Se trata de intentar comprender cómo se estructura socialmente una metrópolis que se ha hecho mucho más rica y compleja, pero en la que no cabe ninguna concesión a frases como las de que aquí “ya no existen clases sociales”, o que “todos somos de clase media”. El análisis se dirige a estudiar si la desigualdad social en Madrid se produce de acuerdo a posiciones laborales y sociales particulares. Este análisis es indisoluble de las grandes transformaciones que ha atravesado la región, como pueda ser su incorporación privilegiada a la economía global, la aparición de un puñado de empresas multinacionales que tienen su sede en Madrid o la incorporación de más de un millón de migrantes transnacionales. En este sentido, parecen ser tres los factores que producen el nuevo cuerpo social de la metrópolis madrileña:

1. La emergencia de una nueva clase directiva que, por su dependencia de los circuitos centrales de la globalización, hemos llamado clase global o global class. Son los directivos y ejecutivos de las multinacionales españolas que crecieron en la década de 1990 con las políticas de privatización y de la agresiva expansión internacional que tomó como primera cabeza de puente América Latina. También habría que incluir aquí a los profesionales y técnicos de alto nivel que intervienen en las decisiones estratégicas de las empresas, sin por ello formar parte de su plantilla: todo el nuevo sector de los llamados servicios avanzados a la producción y que es empleado en los sectores de la publicidad, los servicios informáticos, las consultorías económicas y financieras, los despachos de abogados o las asesorías técnicas (arquitectura, ingeniería, nuevas tecnologías, etc.). Éste es el nuevo ejército de directivos y profesionales que forma el grupo de decision-makers de las corporaciones con sede en Madrid, con altas remuneraciones, estilos de vida caracterizados por un elevado consumo y una posición estructural fuerte en mercados de trabajo exclusivos.

2. Al mismo tiempo hemos asistido al nacimiento de una nueva versión del proletariado de servicios. Si el éxito de la economía madrileña se debe a la concentración de centros de decisión económica y financiera, no todas las funciones que engrasan las máquinas de mando están necesariamente bien remuneradas. En primer lugar, sólo el mantenimiento y la seguridad de edificios y propiedad ha significado la multiplicación de un segmento de empleo formado básicamente por limpiadoras y guardias de seguridad. En segundo lugar, sostener el intercambio de información y el exigente flujo de personas imprescindible para la reproducción del aparato decisional madrileño ha supuesto también la contratación de decenas de miles de personas dedicadas a la logística (el flujo de mercancías), los servicios aeroportuarios (el aeropuerto de Barajas es la principal industria de la ciudad), las actividades relacionadas con ferias y congresos (Madrid es el segundo centro internacional en este capítulo), y los servicios de hostelería y restauración (con más de 150 hoteles de 4 y 5 estrellas y varios miles de restaurantes que viven de las comidas de negocios y de empresa).

La corte de los cuidados

Por último, la reproducción de la nueva clase directiva ha generado también su propia corte de sirvientes que van desde los trabajadores de las industrias culturales hasta los empleados en las industrias de lo ‘psi’ y del wellness y, por supuesto, las tareas inmediatas de cuidado realizadas por las cerca de 300.000 empleadas domésticas de la región. El servo-proletariado metropolitano compone así la mayor parte del empleo madrileño. Sus condiciones de vida y trabajo son casi las opuestas a las antes descritas: precarización, salarios en muchos casos inferiores al salario mínimo, alta inestabilidad en el empleo y en el acceso a los servicios elementales. Además, y ésta es una novedad radical, la mayor parte de este trabajo es realizado por los colectivos más minorizados: mujeres y/o migrantes.

3. Un nuevo elemento ha tenido un impacto profundo en este reciente proceso de dualización social. Se trata de la disminución del peso relativo de las rentas derivadas del trabajo y el crecimiento paralelo de las rentas derivadas de los activos financieros (y también inmobiliarios). El reciente ciclo inmobiliario ha sido tan determinante como la estructura laboral en las nuevas relaciones desiguales que se dan en la región. El aumento del precio de la vivienda ha dejado sin casa a una parte importante de la población y ha supuesto un endeudamiento muy elevado de otra parte, al tiempo que ha significado un crecimiento espectacular de la riqueza de aquel segmento de población que o bien ha visto cómo crecía el valor de un patrimonio que ya era considerable, o que gracias a su capacidad de ahorro y de endeudamiento ha sido capaz de hacer inversiones de alta rentabilidad. Este proceso de financiarización se ha traducido también en una mayor segregación espacial. Quienes han podido se han ido a vivir a espacios residenciales “protegidos” tanto contra la pérdida de valor de su propiedad como contra la típica “promiscuidad urbana” de los pobres. Así el Sur, ocupado por migrantes y poblaciones atrapadas, vuelve a ser mucho más pobre que el Norte. Y así, también, la ciudad se ha hecho más cruel e inhabitable.

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