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jueves, marzo 27, 2008

El sector del ladrillo se derrumba

ABC

Empieza a ser frecuente que una compañía inmobiliaria se acoja al concurso judicial de acreedores para evitar la quiebra. El derrumbe del sector se está produciendo con el estrépito temido, y no con aquel aterrizaje suave que anunciaron las autoridades como previsible y deseable. Los indicadores van de malos a peores: tanto los visados de nuevas viviendas como las escrituras de compraventa y de hipotecas reflejan caídas interanuales -de entre el 20 y el 40 por ciento- que revelan la gravedad del pinchazo de la «burbuja inmobiliaria». Era evidente que, cuando se supera el millón de operaciones de compraventa, terminaría por producirse el ajuste de semejante euforia, claramente insostenible, pero no a este ritmo.

El sector acumulaba en España demandantes procedentes de cuatro segmentos del negocio: mercado local de primera vivienda de nuevas familias y emigrantes; mercado local de viviendas secundarias de vacaciones; mercado internacional de viviendas para residencia secundaria o permanente, fundamentalmente en la costa; y mercado de inversores que compraban para vender poco después, con la expectativa de un diferencial de precios. Y todo ello, animado por una oferta hipotecaria con excelentes condiciones de precio -tipos de interés por debajo de la tasa de inflación, aunque variables y ajustados anualmente- y de plazo -hasta cincuenta años- y con gran flexibilidad en las amortizaciones. Con esos ingredientes, el sector tocó techo, sin mayores preocupaciones por los precios, que crecían a ritmos que multiplicaban por cuatro y cinco la tasa de inflación. Pero los tipos de interés han cambiado de signo y, aunque siguen siendo bajos, no lo son tanto como antes, de tal manera que un par de puntos adicionales de interés significa un incremento del 50 por ciento en el monto de las amortizaciones mensuales.

Las expectativas económicas de empleo y de incremento de salarios y oportunidades también se han venido abajo. Todas estas variables han reducido sensiblemente la demanda de viviendas, del orden del 25 por ciento durante las primeras semanas de presente año. El efecto en cascada de esa caída de la demanda aún no se ha reflejado de forma generalizada en los precios. Sí ha ocurrido en los Estados Unidos, donde los precios medios del sector cayeron en enero más del 10 por ciento en tasa interanual. En España aún no se ha producido ese efecto, pero la caída de la actividad se aprecia ya en todos los sectores afectados: desde los corredores de fincas a los registros y las entidades financieras, que hipotecan ahora la mitad que hace un año. También lo empieza a sentir el fisco, beneficiario pasivo y directo de tanta actividad anterior, pero que registra ahora un notable descenso de ingresos. A menos operaciones, menos ingresos para todos. La crisis, el derrumbe, es evidente, y no se aprecia el fondo de la misma. Y desde el Gobierno sólo se escuchan palabras y compromisos que no llegan a materializarse, como un silencio que, ante la publicación de nuevos datos, se hace cada vez más inquietante.

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