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martes, octubre 16, 2007

Agua y cemento

EL PAÍS

Octubre es la época en la que la climatología causa los mayores desastres naturales en la costa mediterránea. Gotas frías que provocan lluvias torrenciales que, a su vez, acaban en devastadoras riadas. El domingo pasado se cumplieron 50 años de la crecida del río Turia que anegó el centro histórico de Valencia, cobrándose la vida de 81 personas, de acuerdo con la optimista versión oficial de la época. El próximo sábado la comarca de La Ribera recordará el 25º aniversario de la rotura de la presa de Tous, laminada por el repentino aumento del cauce del Júcar a causa de la lluvia, con un balance de ocho personas muertas. Precipitaciones de este calibre no son infrecuentes en la Comunidad Valenciana: ocurren en intervalos de entre 7 y 10 años, según los expertos del Instituto Nacional de Meteorología. La última, el pasado viernes en la comarca de La Marina Alta, registró una víctima mortal y 1.200 casas destrozadas.

Las últimas lluvias torrenciales han puesto en evidencia el modelo de urbanismo salvaje consentido, cuando no amparado, por las administraciones locales y autonómicas valencianas, que han tolerado que se construyera en los cauces de ríos y barrancos y sus zonas de influencia, impidiendo el drenaje y la salida natural del agua hacia el mar. Esta pésima ordenación del territorio, y no la predicción meteorológica ni la gestión de las emergencias, es la responsable de que se inunden viviendas y bajos comerciales. Muchas veces, sin necesidad de precipitaciones torrenciales.

Para nadie en la Comunidad Valenciana es un secreto que los intereses del cemento van muy por delante de una ordenación del territorio responsable que tenga en cuenta el hecho constante y reiterado de unas lluvias otoñales que, habitualmente en octubre, siembran el caos y la destrucción. El hipócrita esfuerzo de los miembros del Consell valenciano por desviar sus responsabilidades hacia el Gobierno central, haciendo ver que la culpa es suya porque los cauces de los ríos no estaban suficientemente limpios, se compadece mal con la realidad. El hecho tozudo es que el litoral valenciano se ha llenado de cemento sin sus correspondientes servicios, incluida una canalización suficiente para las aguas de lluvia. Raimon cantó y dejó escrito que "al meu país la pluja no sap ploure" ("en mi país, la lluvia no sabe llover"). Ni sus políticos, cabría añadir, gobernar sin buscar un enemigo externo al que cargarle la responsabilidad cada vez que surge un contratiempo o se produce una catástrofe.

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