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jueves, octubre 01, 2009

Por favor, Nacho González en Cajamadrid ¡no!

S. Mc Coy/ del blog 'Valor añadido'
cotizalia


Muy interesante la exclusiva que ayer publicaba El Confidencial. El Partido Popular de Madrid y la Federación Socialista Madrileña habrían acordado el nombramiento de Ignacio González como Presidente de Cajamadrid en sustitución de Miguel Blesa. Esperanza Aguirre, aprovechando la debilidad de un Rajoy que ni está ni se le espera, ni siquiera en la costa levantina, y de un Gallardón cuya rabadilla huele a pólvora si se confirma el fiasco olímpico, se dispondría a colocar a su Vicepresidente en la cúpula de la institución. Se activaría así un pacto cerrado hace meses con Tomás Gómez cuya contrapartida consistiría en la incorporación de los socialistas a la Comisión Ejecutiva de la entidad. De confirmarse, cosa que personalmente dudo, sería el peor de los desenlaces posibles para un proceso que huele a podrido desde su inicio.

Cabe extraer, de lo genérico a lo específico, varias conclusiones. Primera, sobre el fundamento de la existencia de las Cajas de Ahorro. Escribía el pasado mes de enero acerca de la necesidad de reconvertir estas instituciones en entidades privadas socialmente responsables con una estructura de propiedad definida, una organización interna profesionalizada y una actividad social fiscalizada que rompa con su sumisión a los Ejecutivos de sus respectivas áreas de influencia. Si de lo que se trata es de hacer Banca Estado o Banca Región, hagámoslo abiertamente, de modo tal que las reglas del juego sean iguales para todos y cada palo aguante su vela. Si, por el contrario, lo que se persigue es mantener un espectro mínimo de competencia dentro de un esquema de libre mercado sujeto a estricta regulación y supervisión, no distingamos entre figuras jurídicas, decía entonces. Lo que en aquel momento era una urgente recomendación se ha convertido, al calor de los últimos acontecimientos, en un clamor. Hay que hacerlo y hay que hacerlo ya aunque paguen justos por pecadores. Es momento de despolitizar las Cajas.

En segundo lugar, sobre la propia Cajamadrid, entidad cuyas 190 páginas de Memoria 2008 tuve a bien empaparme a la vuelta del verano. Lo que se percibe en ellas es que se trata de una institución en la que el Presidente juega un papel esencial, tanto externa como internamente, dada la escasa proyección pública de los eslabones inmediatamente inferiores de la cadena de mando y la omnipresencia del primer ejecutivo en el organigrama. Pocos habían oído hablar en su día de Carlos Vela y a pocos les suena hoy Matías Amat. Se trata de una entidad claramente presidencialista. Además, de la evolución de las Cuentas Anuales se desprende la necesidad de una importante reorientación estratégica, una vez recuperada de los sobresaltos que, en las distintas áreas de negocio, ha traído consigo el tsunami financiero de los últimos 24 meses. Es necesario dotar a la firma de un nuevo rumbo que sirva de elemento aglutinador de la organización y motivador de la plantilla.

De la unión de los dos principales elementos que nacen del análisis reduccionista del párrafo anterior, sujeto-presidente y objeto-estrategia, resulta la necesidad de incorporar a la Caja un gestor profesional que sea independiente, piense en la sociedad como fin y no como medio, sepa del negocio, conozca los drivers necesarios para su transformación y cuente con un mínimo carisma que permita articular en torno a él, y mientras configura su propio equipo, el cambio que la firma necesita. Indudablemente, creer que la persona idónea para este papel es un animal político criado a la sombra de la Presidenta de la Comunidad y cuyos méritos como gestor son, a día de hoy, desconocidos por una mayoría de la ciudadanía madrileña entre la que me incluyo, resulta no sólo sorprendente sino incluso indignante. Pues anda que no hay candidatos oficiales y oficiosos con mucho más prestigio y conocimiento.

Llegamos de este modo a la tercera reflexión sobre la cuestión y es la que hace referencia al por qué Ignacio González. Cuando me han preguntado a lo largo del día de ayer sobre la cuestión, he contestado siempre lo mismo: es un disparate que puede suponer la tumba de Esperanza Aguirre. Un nombramiento de este tipo sólo se podría entender de abajo arriba toda vez que, con base en lo comentado con anterioridad, no cabe justificación alguna de arriba abajo, esto es: derivada por la trayectoria o la capacidad profesional del personaje. Hablando en plata, eso significaría que la Presidenta habría cedido al chantaje de su segundo en pago de los favores recibidos en los últimos años, ejercicios en los que Nacho habría actuado a su servicio, de un modo diligente eso sí, como infatigable protector y trabajador en la sombra, con todo lo que eso implica. De ser así, Aguirre pasaría de modo flagrante por encima del interés de los madrileños y de su pose liberal (tras la previa del desembarco de Acebes en la Corporación Industrial Cibeles) y vería cómo parte del discurso construido en los últimos años se deshace como un azucarillo. ¿Realmente le merece la pena? No creo que sea tan torpe, la verdad, pero ya saben nobleza obliga. O no. Se abre el telón de sus comentarios.

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