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martes, septiembre 29, 2009

El fruto de una inmoderada política crediticia

Vicente Clavero/ del blog 'Con negritas'
publico


La banca española, a fuerza de exprimirla, acabará matando la gallina de los huevos de oro que durante años han sido las inmobiliarias para ella. Una gallina que la propia banca cebó a base de créditos, con el exclusivo propósito de sacar tajada de lo que hasta hace poco parecía un inagotable negocio. Ese dinero, concedido en su día a manos llenas, es hoy el mayor lastre de un sector que aún deberá esperar mucho tiempo antes de levantar definitivamente cabeza.

Martinsa Fadesa, Astroc, Llanera, Grupo Lábaro, Habitat, Aifos, Tremón, Nozar… jalonan un rápido proceso de descomposición que comenzó durante 2007 y que se ha llevado por delante centenares de inmobiliarias en toda España. La mayoría de las más importantes se han hundido bajo el peso de las cuantiosas deudas contraídas para financiar su crecimiento con la inestimable complicidad de la banca. Miles de millones de euros que los prestamistas sólo podrán recuperar en parte y siempre que la administración concursal no les sea demasiado adversa.

A la oprobiosa nómina de las suspensiones de pagos va a sumarse pronto, si nadie lo impide, otro gigante, Reyal Urbis, que arrastra serias dificultades para satisfacer las exigencias de los bancos. Les debe 4.800 millones en números redondos, para cuya renegociación no está encontrando el necesario apoyo, a pesar de los esfuerzos realizados. Reyal Urbis, haciendo de tripas corazón, ha puesto en venta algunas joyas de su corona, si bien el resultado de esta desinversión es incierto, habida cuenta la ya larga atonía del mercado.

Dos terceras partes de la deuda responden al crédito sindicado que sirvió a Reyal para adquirir Urbis previamente a su fusión, poco antes de que estallara estrepitosamente la burbuja inmobiliaria. Esta operación permitió a Banesto desprenderse de un activo que pronto iba a ser de alto riesgo y por el que se embolsó 1.200 millones de euros en plusvalías. Banesto, paradójicamente, figura hoy entre los principales acreedores de Reyal Urbis, junto con Banco Santander.

La fatal tentación

La compra de Urbis, que dio lugar a uno de los mayores grupos del sector, fue un bocado excesivo para las posibilidades de Reyal. Su presidente, Rafael Santamaría, sucumbió a la misma tentación que otros reyes del ladrillo y puede correr también su misma suerte. A Fernando Martín se le indigestó Fadesa y Bruno Figueras no fue capaz de digerir Ferrovial Inmobiliaria. En los tres casos quedó de manifiesto la dificultad de que al pez grande se lo coma el chico.

De cabeza al desastre

El abrupto advenimiento de la crisis hizo trizas sin duda los planes que seguro que unos y otros habían trazado concienzudamente para el día después de tan enjundiosas compras. Pero es muy probable que Rafael Santamaría, Fernando Martín y Bruno Figueras, como muchos empresarios más, se lo hubieran pensado dos veces si la banca no llega a regar con abundante dinero sus ambiciones, a la espera de un prometedor negocio.

Deshojando la margarita

Reyal Urbis está apurando al máximo todas las opciones antes de solicitar ante los tribunales de justicia la suspensión de pagos, sin perder de vista lo que le ocurrió hace nada a Nozar. El grupo controlado por la familia Nozaleda accedió a vender todo lo vendible para tapar agujeros, como la banca le pidió, y al final ha llegado al concurso de acreedores totalmente descremada y con escasas posibilidades de pagar la deuda que le queda.

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