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miércoles, octubre 14, 2009

El vagón de cola

Ignacio Moncada/ libertaddigital

Los tipos de interés a menudo funcionan como la soga de una horca. Si un banco central decide bajarlos excesivamente la economía tiende a entrar en un estado de euforia artificial que parece inofensivo. Pero la aparente prosperidad puede estar construyéndose sobre los cimientos de un endeudamiento desbordante. Cuando los tipos suben en pleno endeudamiento, la economía puede colapsar. Es como si hubiéramos metido la cabeza en una inofensiva soga de nudo flojo, que si se cierra rápidamente comenzará a ahogarnos.

Este mismo efecto se encuentra entre las causas de la crisis económica que vivimos. Unos tipos extraordinariamente bajos fijados por los bancos centrales animaron a la sobreinversión, inundándonos de crédito barato. Cuando en 2005 los tipos subieron del 1% al 5,25% en EEUU, se produjo ese efecto de ahorcamiento en la sociedad, que empezó a no poder pagar los créditos de más riesgo. Son múltiples causas que convergieron, al igual que sucede en un accidente de avión, pero ésta encendió la mecha que provocó la explosión subprime en verano de 2007 y el colapso financiero en otoño de 2008.

Resulta difícil de creer que una crisis provocada por una expansión monetaria vaya a solucionarse con más de lo mismo. Aunque parezca contradictorio, es lo que hacen ahora los bancos centrales al mantener los tipos bajos. Bernanke se ha ganado el apodo de Helicopter Ben por llevar a cabo la inundación monetaria que Milton Friedman expuso mediante el ejemplo del helicopter drop. Ésta se basa en que si un helicóptero sobrevolara una comunidad en estabilidad económica y arrojara dinero en una cantidad igual a la existente en circulación, la riqueza no aumentaría. Lo que sucedería es que a medio plazo la unidad monetaria valdría la mitad. O sea, que los precios se duplicarían. Si actualmente éstos no se han disparado es porque, aunque la masa monetaria ha aumentado, la circulación de la misma se ha desplomado. Pero cuando vuelva a circular, corremos el riesgo de meternos en un peligroso proceso inflacionista.

Por ese motivo explica el economista Xavier Sala-i-Martín que antes de salir de la crisis hay que drenar el exceso de liquidez que se ha inyectado. El problema es que, como él dice, esto es como la pasta de dientes: es muy fácil sacarla del tubo, pero muy difícil volverla a meter. Pasa con el gasto público, que es mucho más difícil de recortar que de aumentar, y también con la expansión monetaria. La solución sería, al final, subir los tipos de interés. Y esto puede conducirnos a una nueva recesión.

Lo más preocupante de que las últimas previsiones económicas sitúen a España en el vagón de cola a la hora de salir de la crisis no es el simple hecho de estar algunos meses más sufriendo las consecuencias. Lo peor es que estamos en una unión monetaria que subirá los tipos de interés cuando el resto de los países puedan permitírselo, y corremos el serio riesgo de no estar preparados para ello. Si no sacamos la cabeza de la horca antes de que se cierre, nos ahorcaremos. Y eso equivaldrá a que, cuando el tren europeo se ponga en marcha, suelte amarras con el vagón de cola, que es España. Nos quedaremos parados y sin motor, viendo a nuestros vecinos acelerar sin el lastre que antes les frenaba.

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