Del ‘efecto riqueza’ al ‘efecto sonajero’
DENUNCIAS POR VIVIENDA
Hace unos meses, cuando aún la mayoría no creía en la existencia de una burbuja inmobiliaria que ha desplazado sin fecha de cumplimiento el derecho constitucional a una vivienda digna de millones de españoles, a los comentaristas se les llenaba la boca con el ‘efecto riqueza’. Pedro Solbes sintetizó, con mucho tino, como es habitual en él, lo que venía a significar esa frase: “Pues, verá usted, los españoles son más ricos, porque sus casas valen más”. La trampa, el crédito hipotecario concedido para un bien básico valorado en una tasación generalmente pagada por el mismo banco, como en una amable paradoja, se convertía, por medio de la alquimia de la confianza mutua, en la llave. Para que la entidad prestataria te concediese otros créditos –para un coche mejor, un viaje, una intervención quirúrgica, un capricho tecnológico de última generación, etcétera- tenías, todo el mundo lo sabía, que estar hipotecado. El anillo se cerraba con una consigna que corría de boca en boca: alquilar es tirar el dinero. De la familia a los amigos, de los compañeros de curro a los vecinos resultaba casi imposible no oír la cantinela de que había que hipotecarse a pesar de lo inflado de los precios. Únicamente en las primeras sentadas por una vivienda digna, por las que compañeros/as de V de Vivienda siguen procesados por orden de un fiscal, nació un cartel de la voz anónima del pueblo: "Si compras, te vendes".
En este contexto, el país construía a una media de 800.000 viviendas al año, empleaba fundamentalmente a inmigrantes llegados de Sudamérica o África en la obras por salarios de bajo coste y escasos derechos laborales, en un endiablado damero de subcontratas alrededor de las empresas constructoras, mientras el consumo estaba disparado como es habitual en una nación con escasas nociones económicas popularizadas y con poca cultura para el ahorro o simplemente en la costumbre cotidiana de preguntar el precio de un producto antes de su compra. La prensa internacional –en un principio, básicamente, algunos medios alemanes e ingleses- empezaron a dar la señal de alarma ante la cantidad de compatriotas con propiedades adquiridas, sobre todo en las costas e islas, durante el boom del ladrillo. Algunas de las más importantes centros de poder –del Fondo Monetario a la OCDE, del Banco Central Europeo a la Onu- alertaron meses antes de que se desatase la tormenta de las hipotecas basura de Estados Unidos sobre los graves riesgos que podía correr por su fragilidad estructural la economía española ante un cambio de ciclo en medio del escenario mundial de unos mercados que se están redimensionando, entre otras razones, por el mayor crecimiento de China y La India.
Una vez que el Gobierno, de nuevo de color socialista, ganó las últimas elecciones generales y dejó de negar la crisis económica, los gestos de su acción política fueron en la dirección de atajar la ola de inmigrantes que recababan en España al calor de un mercado laboral que en el segmento con los salarios más bajos es caótico aunque resultaba lucrativo para esta mano de obra barata respecto a los salarios, aún más míseros, y las condiciones, todavía más cautivas, de sus países de origen. Así, la Directiva Europea de Retorno que aumenta hasta 11 meses la reclusión en los CIE (Centros de Internamientos para Extranjeros) a los inmigrantes sin papeles o los acuerdos con naciones para la devolución de trabajadores que se queden en paro, pagándoles el medio de transporte y la paga de desempleo si retornan a su tierra, pueden entenderse como intentos por frenar el 'efecto llamada' (nunca reconocido oficialmente) que supuso el boom del ladrillo. Al parecer, el último grito que corre entre las mesas de las sucursales bancarias es cuando entra alguien con aspecto de inmigrante que deja las llaves del piso en el mostrador porque su primo, hermano o sobrino ha cruzado el charco, que se conoce ya como ‘efecto sonajero’.
Etiquetas: cambio de ciclo, el efecto sonajero
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