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martes, julio 01, 2008

El Corte Inglés y la Bolsa

Fiona Maharg-Bravo/ negocios

Es improbable que la pugna accionarial fuerce a la empresa a cotizar

Se verá obligado El Corte Inglés, la tienda más representativa de España, a salir a Bolsa? A Isidoro Álvarez, el septuagenario presidente y sobrino del fundador Ramón Areces, dicha posibilidad no le hace ninguna gracia. Pero unos cuantos accionistas disidentes le están haciendo la vida imposible. El fundador no tenía ningún descendiente directo, por lo que el 30% de la empresa está en manos de los miembros de la tercera y cuarta generación familiar. Algunos de ellos quieren vender para poder "mandar a sus hijos a colegios privados".

Las dinastías familiares, por lo menos en EE UU, se están extinguiendo rápidamente. El año pasado, familias como los Wrigley, los Milton y los Bancroft vendieron los representativos negocios fundados por sus antepasados hace más de un siglo. Sin embargo, no parece que El Corte Inglés vaya a seguir sus pasos.

Actualmente, la empresa está librando dos batallas en los tribunales sobre cuánto valen sus acciones. La empresa tiene derechos preferentes para comprar las acciones a su "precio razonable". El Corte Inglés se aprovecha de ello para establecer como referencia el valor contable (5.000 millones), mientras que los accionistas mantienen que su precio justo en el mercado sería de 14.000 millones. Esto equivaldría a ocho veces el Ebitda de 2008, un valor razonable asumiendo que las ventas aumentaron en un 6% desde las últimas cuentas publicadas en 2006 y que obtuvo el 9% de margen sobre el Ebitda.

Probablemente, los juicios tardarán años en resolverse, a menos que El Corte Inglés ceda. Pero las apuestas son altas, por dos razones. Si los demás venden la empresa podría verse obligada a comprar el 30% de las acciones. Tiene capacidad para permitírselo ya que cuenta con poca deuda. Dada la calidad de la empresa, probablemente podría alcanzar el equivalente a tres veces el Ebitda previsto para 2008, o en torno a los 5.000 millones de euros, en los mercados de crédito.

Este segundo tema es más espinoso: alguien que conoce bien la situación asegura que los empleados poseen otro 20% de las acciones. Éstas están garantizadas y deben ser recompradas basándose en los cambios del valor contable. Claramente, los empleados conseguirían ganancias inesperadas si la empresa cotizara en Bolsa. Se deben de estar preguntando por qué la empresa se muestra tan intransigente.

Pero esto sólo no empujará a Álvarez a salir a Bolsa. Una de las razones por las que algunas de las dinastías de EE UU han optado por vender era porque las empresas necesitaban ingresos en efectivo procedentes del exterior. La venta de Dow Jones el año pasado por la familia Bancroft a News Corp., por ejemplo, dio a la publicación recursos que nunca habría conseguido como empresa independiente. Lo mismo sucedió con la venta de Wrigley a Mars.

Sin embargo, El Corte Inglés genera mucha caja y no tiene ningún tipo de ambición fuera de España, Portugal e Italia. Además, cotizar trae problemas. Álvarez podría tomar como ejemplo a Inditex, otro gigante familiar del sector de la distribución, que salió a Bolsa en 2001. Su valor casi se ha reducido en un 50% desde el pasado noviembre. Poco acostumbrado al escrutinio externo, Álvarez podría no tener el estómago para tan agitado viaje.

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