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martes, marzo 25, 2008

Ni falta de liquidez, ni síndrome de Polonio

Jorge Valín/ libertaddigital

¿Se ha preguntado por qué después de siete meses de crisis financiera y continuas actuaciones de los bancos centrales la situación sigue igual que al principio? Desde agosto del pasado año hemos asistido a innumerables inyecciones de liquidez, bajadas de tipos por parte de la Reserva Federal, medidas intervencionistas de todos los gobiernos y, en definitiva, a la adopción de cualquier tipo de medida que pudiera parecer que ayudaba a que el sistema no se colapsara. Hace unos días incluso se llegó a hablar de que Reserva Federal entraría a comprar futuros del S&P 500 de forma directa para que la bolsa dejara de bajar.

Han sido siete meses y los bancos centrales no han conseguido nada. Es más, lo han empeorado todo: durante este tiempo el índice Itraxx Crossover, que mide la aversión al riesgo de los grandes inversores, ha alcanzado máximos históricos cada mes. Estos últimos días ha superado los 600 puntos, cuando en una situación de normalidad estaría alrededor de los 250. Los ánimos en el mercado se han hundido según la encuesta de la prestigiosa firma Investors Intelligence y el diferencial entre inversores alcistas y bajistas está en negativo; si por debajo del 15% ya se considera pesimista, puede hacerse una idea de la confianza que dan los inversores a los bancos centrales.

Las materias primas están en un rally alcista imparable y los indicadores de riesgo de inflación, aunque ningún burócrata quiera admitirlo, están descontrolados. Desde comienzos de año, la bolsa lleva una bajada porcentual de dos dígitos, la volatilidad de los mercados es de infarto, pequeñas entidades financieras europeas van a quebrar en breve y el sector inmobiliario promete un severo recorte. A pesar de todo, ya verá cómo un numeroso pelotón de periodistas y economistas dirán, cuando las bolsas repunten, que ha sido gracias a los rescates de los bancos centrales. Los mercados volverán a sus cauces habituales, seguro, pero no por las acciones de los burócratas. Ya nos tocará analizarlo cuando ocurra.

En todo este tiempo, lo único que hemos oído es que estamos ante una crisis de liquidez y que aquí no pasa nada porque los burócratas están solucionando el problema. Fíjese en el absurdo de tal afirmación. Decir que la situación actual sólo es un problema de liquidez significa que cada uno de los proyectos realizados es rentable por sí mismo, ya que su éxito no depende de su rentabilidad, sino de la cantidad de dinero que haya. No es necesario haber dedicado media vida a las finanzas para darse cuenta de que empresas con índices de morosidad cercanos al 20%, como las subprime, no son rentables. No es cuestión de falta de dinero, es que están montadas sobre un absurdo.

Si el problema fuera sólo de liquidez, significaría que el riesgo no es un factor a considerar en un proyecto. Sería como asegurar que cualquier inversión, por surrealista o ruinosa que fuera, sólo depende de la capacidad de los bancos centrales para crear dinero e inyectarlo al mercado. Si este fuese el camino al bienestar y a la riqueza de todos, sólo sería necesario que los bancos centrales dejasen los tipos de interés al cero por ciento (algo que casi experimentó Japón durante años sin que desde entonces haya levantado cabeza) y a la vez, imprimiesen papelitos de dinero de forma exponencial mes tras mes. Lo cual, dicho sea de paso, ya ha ocurrido varias veces en la historia trayendo exclusivamente debacles económicas y sociales, como la que experimentó la República de Weimar.

Pero vayámonos al otro extremo. ¿Hemos de hacer como Polonio, personaje del Hamlet de Shakespeare que le dice a Laertes: "no pidas prestado ni prestes"? Evidentemente que no, el crédito tiene todo el sentido económico del mundo y es sano hasta cierto punto. La emisión de dinero (y crédito) ha de estar ligado a algún activo real, o al menos permitir que la moneda tenga competencia en un mismo entorno geográfico para equilibrar los excesos de los burócratas, esto es, que no haya una moneda de curso legal obligatorio. Pedir que los banqueros centrales sean responsables de lo que hacen, o pretender que acaparen la información del mercado con el seguimiento de cuatro estadísticas, se parece mucho a creer en la magia.

No estamos ante una crisis de liquidez. Debido a las políticas monetarias expansivas, muchos proyectos emprendidos son insostenibles y han de dejar el mercado para dedicarse a otras cosas. Estamos ante una crisis de confianza que en última instancia, no es más que una crisis de solvencia provocada por el dinero barato.

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