Jesús santo, ¡qué principio!
Juan Velarde Fuertes/ abc
Hace exactamente un año, en enero de 2007, el Informe sobre España de la OCDE, que entonces veía la luz, nos imponía un amplio conjunto de obligaciones si es que nuestra política económica quería mantener la coyuntura alcista que, por inercia, venía manteniéndose desde 2004. Era evidente que sin reformas estructurales, sería imposible que nuestra economía pudiese seguir marchando bien, sometida ya a los únicos motores de un fuerte consumo e inversión interior, y de una industria de la construcción como sector productivo básico. No se hizo ningún caso, porque toda reforma estructural comporta sacrificios. Por eso, de pronto, al iniciarse el año 2008, todas las luces se han puesto rojas.
El catálogo impresiona al conocerse los datos de diciembre. Una presión alcista en el IPC como no se contemplaba desde hace muchos años. A su lado, un aumento ya evidente del desempleo, con lo que el fantasma de la estanflación parece haber comparecido, con sus dificultades para ahuyentarlo. Un auténtico desplome de la industria de la construcción, con consecuencias financieras que había ya insinuado, y a las que nadie pareció atender, Julio Segura en la reunión de Sitges. Un petróleo y un gas natural, desbocados, con lo que el disparate, reiterado a lo largo de 2007, de liquidar las centrales nucleares españolas, resplandece con fuerza abochornadora. Una moneda española, el euro, que por su cotización alcista, reduce la capacidad de exportación a otros mercados diferentes a los de la Unión Monetaria a la que pertenecemos. Un interbancario asustado, que, a pesar del fuerte incremento de la oferta monetaria -lo que crea siempre presiones inflacionistas- genera un acompañamiento alcista notable del Euribor y, en general de los tipos de interés del mercado para los inversores. Con todo eso, el 3 de enero de 2008, el Ibex-35 perdió la cota de los 15.000 puntos, con caídas prácticamente generalizadas en la Bolsa de Madrid, y algunas espectaculares. Como telón de fondo el índice de confianza del consumidor del ICO, que muestra el talante de la economía ante el futuro, cayó de modo espectacular. Y como aviso de la venida de la crisis, las balanzas exteriores mostraron inequívocos signos de angustiosas necesidades de financiación a causa de sus déficit.
Todo esto, en España, comienza a recordar en demasía otros preludios de crisis importantes: los de 1957, 1973 y 1993. Y ¡por favor!, con lo que puede caer, emplear el opio rancio del laicismo, sólo sirve para dormir ese buen sentido que deberíamos tener en tan peligrosos momentos.
Etiquetas: el riesgo de la inflación, IPC, ni pío de los desbarajustes neoliberales de Rato, OCDE

0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home