Denuncias por vivienda

Contra la vivienda indigna. V de Vivienda. Todos juntos podemos.

martes, noviembre 20, 2007

Contrapunto

Andrés Ibáñez, Comunicados de la Tortuga Celeste
abcdelasletras


Cojo el autobús en Cea Bermúdez. Al lado de la parada están poniendo un restaurante italiano. Hay un escaparate en el que se exiben platos con pasta, panecillos, frascos con tomates en aceite. Todo tiene un aspecto muy apetitoso. Pero no es un restaurante italiano. Es un banco.

Me bajo del autobús en Francisco Silvela. Cuando camino por la acera, veo que han puesto en la esquina un restaurante nuevo de comida rápida. Es uno de esos sitios muy grandes, muy bonitos, con un diseño muy moderno y comida apetitosa y saludable. Si los sesenta son los nuevos cuarenta, la comida rápida del siglo XXI es la nueva comida sana. También hay un banco nuevo en la esquina. Una oficina muy grande, muy moderna, de techos muy altos. ¡Un momento! El restaurante de comida rápida y la sucursal bancaria son, en realidad, el mismo local. ¿Qué está pasando aquí?

Sinceramente, no sé cómo todavía quedan tiendas de muebles en la ciudad teniendo, como tenemos, tres Ikeas. A veces entro en las tiendas de muebles de mi barrio para reírme. Un toallero metálico, ciento cincuenta euros. En Ikea, pienso malévolamente, costaría diez. Precisamente, una de estas tiendas de muebles de mi barrio ha desaparecido, y han puesto otra tienda en su lugar. La verdad es que pasaba rápido y no podía detenerme mucho, pero miraba y miraba y no podía entender qué era lo que vendían. No sé lo que vendían. No sé de qué era esta tienda.

El temblor de lo sagrado. Todo esto está muy bien. Muy bien. Las cosas se mezclan. Los límites desaparecen. Las categorías se disuelven.

Hay un lugar donde se siente el temblor de lo sagrado. Es una tienda de cocinas que hay en María de Molina, cerca de la Castellana. Maravillosas cocinas que parecen naves espaciales. Espacios místicos para la meditación. Esta tienda debería tener música de Morton Feldman.

Les voy a hablar de uno de mis sitios favoritos en Madrid. Vips. Sí, lo han leído bien. Vips. Ya, ya sé que escribí hace tiempo un artículo sobre Starbuck?s diciendo que el poder avasallador de esa cadena me daba miedo. La verdad es que no me da ningún miedo. Los sesenta son los nuevos cuarenta, la comida rápida es la nueva comida sana y en Starbuck?s cinco euros son un euro. Esto no me lo he inventado yo (no soy tan ingenioso), lo he leído por ahí. Ese es el logro de Starbuck?s. ¿Y qué? Es caro, pero está limpio, es acogedor y da gusto encontrarse un Starbuck?s una tarde de lluvia en una ciudad desconocida.

¿Qué más se puede pedir? Pero no me despisten. Yo hablaba de Vips. Siempre me ha encantado, y además he tenido la gran suerte de vivir desde niño muy cerca del primer Vips, el de López de Hoyos. Llevo cuarenta años yendo a ese Vips. Hay flores, hay libros, hay revistas, hay comida, hay deuvedés, se puede comer una pizza, revelar fotos, comprarse una agenda Moleskine, cenar una ensalada o tomar sushi o un batido o una cerveza. ¿Qué más se puede pedir?

Todo esto me recuerda un texto reciente que considero muy importante. Muy importante. Se llama Contrapunto, y es un ensayo de Don DeLillo que está publicado en Seix Barral y es inútil hacerse el listillo porque en inglés no se puede encontrar. Hay que leerlo en español. Contrapunto es un ensayo que es, además, una nueva forma de escribir ensayos.

De forma contrapuntística, es decir, enlazando temas diferentes que, en realidad, no tienen nada que ver entre sí. Tienen que ver entre sí porque todas las cosas están relacionadas, pero en realidad la relación la pone el ojo del autor. Tres películas, Treinta y dos cortos sobre Glenn Gould, Antarjuat: el espíritu del ártico y Thelonious Monk: Straight, No Chaser, un libro, El malogrado de Thomas Bernhard, y una foto donde aparecen Monk, Mingus, Roy Haynes y Charlie Parker.

Pero hay más ejemplos. El último espectáculo de Philip Glass, ¿qué es? ¿Música? ¿Teatro? ¿Un concierto? ¿Una exhibición de dibujos de Leonard Cohen? ¿Una lectura de poemas? ¿Y los montajes de Heiner Goebbels?

Todas las cosas comienzan a mezclarse, y es una lástima que la civilización occidental esté calentando el mundo. Porque la civilización occidental es estupenda. Es compasiva, inteligente, sensible, y además, muy divertida.

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