Denuncias por vivienda

Contra la vivienda indigna. V de Vivienda. Todos juntos podemos.

martes, noviembre 20, 2007

Rebajas

DENUNCIAS POR VIVIENDA

La mala suerte de nuestra democracia es que sus dos principales fuerzas políticas tienen los pies de barro.

La refundación del Psoe -un partido centenario que estuvo ausente de la vida pública española durante cuarenta años, que coincidieron con la dictadura franquista- dio con un equipo que gobernó catorce años las instituciones laminando cualquier posibilidad de una política social -tres huelgas generales hicimos los ciudadanos, de la mano de los viejos sindicatos de clase Comisiones Obreras y Ugt, plantando cara a la revolución neocapitalista (recorte de derechos en el Estatuto de los Trabajadores, contratos basura, creación de las Ett's,...) que capitanearon los que en otro tiempo fueran intrépidos jóvenes socialistas, si no marxistas, sí neohippies- y atascando de corrupción tuberías fundamentales del joven Estado de Derecho: desde los fondos de reptiles del ministerio del Interior a los 'pelotazos' del antiguo presidente del Banco de España con información privilegiada y tráfico de influencias entre medias.

El Partido Popular, por su parte, a pesar de ser la opción conservadora, tiene una breve vida parlamentaria -Alianza Popular fue una de las formas que inventó el franquismo para camuflarse en democracia, y la refundación en el PP años más tarde es de sobra conocida: el (eternamente aplazado) viaje al centro-. Al fin y al cabo una forma ambigua para recordarnos la tarea pendiente de aprenderse de una vez el abecedezetadario de la ciudadanía -sea leyendo los palotes de Jean Fraçois Revel o de Giorgio Agamben-, el catón del buen demócrata -sea guiado por las líneas de Antonio Gramsci o de Friedrich Hayek-, el contenido de la Educación para la Ciudadanía que les repele tanto como el azufre al diablo o el crucifijo a Satanás.

El déficit democrático de una y otra formación es evidente, si miramos con algún detenimiento las biografías de sus cuadros dirigentes o su funcionamiento interno -desde la elección del candidato a la presidencia (Aznar elige al delfín Rajoy como apuesta particular) o la elaboración de las listas electorales hasta la imposición de un punto de vista partidista ajeno al sentir y al pensar de la miltancia (Psoe en Navarra) o la ausencia de censos fiables entre los militantes que permiten a una camarilla detentar el poder sin suficientes garantías democráticas (IU en Madrid); y básico, porque en sus bases electorales escasea el pensamiento crítico y el compromiso ciudadano más allá de los dictados del partido.

Pero ellos (Psoe y PP) son quienes pueden llegar a gobernar. No hay otros.

La economía no suele afectar en primer grado al español que va a votar -el español normal sobre el que discursea Mariano Rajoy con su habitual pereza; o el español de bien que a veces se le cuela al presidente Zapatero en alguno de sus discursos farfullados-. Este prototipo de español es más bien indolente ante las grandes cifras y las grandes alianzas, descreído ante las herramientas que miden magnitudes que no se ven en el día a día -IPC, inflación, balanza de pagos,...-, poco amigo de arrimar el hombro con sus impuestos si se puede escaquear -¿con IVA o sin IVA?-. Por ello, ambos partidos suelen limitarse a presentar grandes rebajas fiscales... que a nada comprometen y que, según sus estrategas, la gente -el español normal, el hombre de bien- comprende inmediatamente. Como si una fuerza infusa iluminara su magín: zás. ¿A quién no le gusta pagar menos al Estado? Eso sí, mejorando las carreteras para ir al pueblo cada fin de semana y con un quirófano esperando por si hay problemas con la salud.

Y para el estado de las cosas, quienes nos oponemos a esta inercia servida (en bandeja de Ágata/entre anuncios de Rolex) por los medios de comunicación tradicionales, quienes pedimos un parque de vivienda pública en alquiler social, un aumento del Salario Mínimo Interprofesional hasta alcanzar los niveles de los países europeos de nuestro entorno -acorde con nuestro estatus de VIII Potencia Industrial del Mundo-, horarios profesionales pensados con la lógica de la producción y el tiempo libre y no con la de la sumisión y el esclavismo, un sistema sanitario público asequible y que nos trate como humanos o un sistema educativo público de calidad, pues ya se sabe que somos antisistema y filoterroristas. Así nos nombran los normales y de bien. Ay, al menos en el siglo XIX se nos llamaba anarquistas, obreros socialistas o regeneracionistas. Lo que va de ayer de hoy, rebajas hasta en el lenguaje.

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