Vida de viejos a los veintitantos
El repunte de los recibos hipotecarios merma la capacidad de consumo, sobre todo entre las parejas jóvenes que contrataron créditos durante los últimos cinco años
Jorge Casanova / lavozdegalicia.es, 14/10/2007
Cada vez lo pienso más: ¿merece la pena tanto esfuerzo, realmente merece la pena dedicar a esto hasta el último céntimo?». Isabel llega cada seis meses más lejos con esta reflexión, justo cada vez que el recibo de su hipoteca cae, revisado, en su cuenta corriente. Hace años que solo lo ve crecer y está asustada de su voracidad y de ver como se va tragando, semestre a semestre, todos los gastos que no son estrictamente necesarios. Isabel, que adopta este nombre solo para el reportaje, contrató en el 2003 un crédito hipotecario por el que pagaba 580 euros al mes. Durante dos años, las cosas fueron bien, pero en el 2005 su relación de pareja se rompió y se encontró ella sola para tirar de su hijo y de su hipoteca. La segunda iba a crecer mucho más rápido que el primero. Aquellos 580 euros son ahora 799 euros mensuales. «Empecé a recortar por las sociedades deportivas y cosas por el estilo. Pero pronto me vi en la necesidad de ajustar en la compra hasta el punto de que ya solo acudo al supermercado más barato. He tenido que aplicar máximo control con las llamadas... Si hasta compro el pan por medias barras».
Fenómeno común
A Isabel, la escalada de los tipos la cogió en el peor momento. Pero, después de escuchar unas cuantas historias, está claro que el momento no ha sido bueno para nadie. Luisa, otra mujer de treinta y tantos, comparte con su pareja la angustia de ver como el recibo de 690 euros del verano del 2004, en aquellos felices días de la adquisición de la vivienda, se ha fortalecido hasta los 1.060 del mes pasado y se come ya la mitad de la capacidad de ingresos que tiene esta pareja sin hijos: «¿Por dónde he recortado?. Por todas partes. De salir, ya nada. Ni ropa. Tendremos que empezar a recortar en el súper, porque ya es lo único que se me ocurre para ajustar gastos».
Bajamos una década y nos encontramos con Israel, veintitantos y viviendo con su pareja desde el 2005; un ejemplo contrario al prototipo de joven que no se emancipa. Veamos que tal le ha ido la aventura: «Contratamos un crédito hace dos años con el que, durante los seis primeros meses, las condiciones eran muy buenas e invariables». Medio año después vino la cruda realidad con forma de un recibo de 1.050 euros. «Era más o menos lo que esperábamos», dice. Pero seguro que no contaban con que el recibo mensual de la hipoteca alcanzase dos años después los 1.350 euros. «El problema no es cómo llegar a fin de mes, sino cómo empezarlo, porque el golpe viene a la primera». Israel trabaja en el puerto de A Coruña y dice que todo compensa por estar los dos juntos en su casa: «Pero nos privamos de muchas cosas que nos gustaría hacer, porque estamos en la edad. Hacemos vida de viejos con 25 años». Confiesa que, sin la ayuda de sus padres, afrontarlo todo sería imposible.
Etiquetas: endeudamiento de las familias, hipotecas, jóvenes, malvivir
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