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lunes, octubre 08, 2007

«La filosofía griega me ha enseñado a ser un auténtico liberal»

Aristóteles Moreno/ abc
Córdoba


Una tragedia familiar cambió el rumbo de este constructor vocacional, llamado a ser en los años setenta uno de los grandes dinosaurios del negocio del ladrillo. La muerte prematura de un hijo doblegó su meteórica carrera empresarial y la permutó por una sencilla fórmula de tiempo y sosiego. Una opción que no figura en ninguno de los manuales del buen emprendedor. Salvo en su último ensayo «Siente a Aristóteles en su Consejo», un extraño híbrido de filosofía griega y práctica empresarial, atestado de valores éticos poco comunes en los libros de economía.

«Me fui en abril de 1976 con 400 trabajadores y un balance de 1.600 millones de pesetas [9,6 millones de euros] de la época. Se acabó: yo no conocía a mis hijos; me iba a las 7 de la mañana y volvía a las 12 de la noche. Aquello me costó un divorcio. Entonces fundé la empresa que tengo ahora: trabajar lo necesario para vivir».

Quien así se expresa no es un gurú de los Hare Krishna, sino el presidente de los empresarios de Córdoba desde hace 10 años. Escuchándolo durante casi hora y media en un apacible patio del Círculo de la Amistad, uno tiene la impresión de encontrarse ante un «outsider» de los negocios, un objetor del crecimiento infinito que impera en el competitivo mundo de los dividendos.

Luis Carreto Clavo nació el 2 de septiembre de 1943 en Sevilla. Hijo de ingeniero agrónomo y descendiente de una larga familia de profesionales liberales, sobre todo médicos, desde muy pronto supo que su destino era la construcción. Pero no lo tuvo fácil: su padre le reservaba un futuro distinto.

No tenía especial apego por los estudios, y mucho menos por convertirse en ingeniero agrónomo, como pretendía su progenitor, pero aceptó un pacto intermedio y se largó a Sevilla a estudiar perito agrícola, que no llegó a completar. Su primer trabajo fue de peón en una empresa italobelga, posteriormente se le cruzó Sofico y finalmente acabó pilotando la sociedad de su cuñado, hasta que fundó la suya propia en 1976. Años antes ya fue presidente de la Asociación de Constructores.

«Yo he discutido desde 1969 los convenios de la construcción en el sindicato vertical. Hay gente que dice que en aquella época no se podían discutir los convenios, pero ya lo creo que se podía. Lo pasé muy mal. Los empresarios entonces éramos gente mala que había que liquidar. Me hacían pasillos en el Gran Capitán y me decían unas lindezas muy grandes».

Carreto fundó su empresa en julio de 1976, justamente en la fecha en que están muchos funcionarios de vacaciones. «Entonces te insultaban incluso detrás del mostrador», afirma. «Otro sinvergüenza, otro explotador», manifiesta que le decían los empleados públicos.

En una ocasión, el delegado de Trabajo lo mandó llamar. Le leyó un listado de obreros y le preguntó si trabajaban con él. «En efecto», le respondió Carreto. «Pues mañana los despide a todos», dictó el delegado. «¿Me permite una pregunta, señor delegado?». «Hágala», indicó el funcionario. «¿Cómo y por qué?». «El cómo le trae sin cuidado, ya me encargo yo. Y la razón es por que son comunistas de CC.OO. y los queremos a todos controlados», le espetó. «Muy bien; pero le diré una cosa», intervino Carreto; «en su casa, precisamente, no los va a controlar. Yo me comprometo a que si cualquiera de ellos falla y no viene a trabajar, usted me deja su teléfono y lo llamo inmediatamente». Tras dudarlo un segundo, el delegado aceptó.

-¿Qué hace un empresario preocupado por la filosofía griega?

-Mi padre era un hombre muy culto. Era un lector empedernido y tenía muchísimos libros. Comprendí que la lectura es fundamental para aprender.

-Según su libro, Aristóteles define cinco pilares del ser humano: verdad, belleza, bondad, unidad y amistad [este último añadido por Carreto]. ¿Cómo se puede montar una empresa rentable con este material?

-Esos pilares definen el comportamiento, la actitud de las personas frente a la vida y, también, frente a las empresas.

-¿Usted cree realmente que la verdad preside el mundo de los negocios?

-No. Por eso he escrito el libro. Pero debía tenerse en cuenta que la verdad vende.

-¿Los asociados de CECO le hacen caso con estas consideraciones?

-Ni de coña.

-Si la filosofía es el amor por el saber, que es algo improductivo, ¿cómo casa con el mundo empresarial, que es justamente lo contrario?

-La empresa tiene que rodearse del saber para ser más competitiva.

Paradójicamente, Carreto aborreció la filosofía en la escuela. Pese a todo, devoró la biblioteca de su padre. En su casa, apenas se veía televisión y sólo se escuchaba la radio y música, otra de sus grandes pasiones. Aún hoy conserva 3.000 discos, la mayor parte de clásica.

Su afición por la lectura se ha ido transformando en devoción por la escritura, que practica cuando todo el mundo duerme, a las 5 de la mañana.

-¿Aristóteles se sentaría hoy en el consejo de administración de una empresa?

-Se sienta en muchos. Normalmente en todas las empresas estadounidenses. Tras el «baby boom», hubo una gran preocupación de los empresarios por cómo hacer producir más a la gente, pero con buen trato. Se instauraron los psicólogos industriales para articular buenas relaciones personales.

-Pero eso no ha llegado a España, ¿no?

-Hay sitios en que sí. Hay empresas emblemáticas en que los trabajadores se sienten muy a gusto. Yo lo intento hacer en CECO y me siento más amigo que jefe de los trabajadores. Hay dos vocablos que me suenan mal: trabajadores y recursos humanos. Prefiero colaboradores.

-En su libro también habla de buena fe y equidad como reglas de juego en las relaciones comerciales. ¿Eso se produce realmente?

-Pues tampoco. Estoy en este mundo y tengo que decirlo.

-Leyendo su ensayo da la impresión de que las empresas son máquinas de generar valores y no dividendos.

-El fin principal de una empresa es ganar dinero y no se debe olvidar. Pero se puede ganar de muchas formas. No todo vale. Debe haber unas reglas de juego, que están en la sociedad. Eso cada vez es más factible. La empresa debe ser respetuosa con los clientes, los proveedores, los trabajadores, el medio ambiente... No para sacrificar el beneficio, sino para adaptarlo a la responsabilidad social de empresa.

-Escuchándolo parece un «outsider» de las finanzas.

-Hay empresas que siempre han tenido como guía el comportamiento ético. A nadie le gusta comprar prendas fabricadas por los niños. La deslocalización por el beneficio económico, como el caso Delphi, no es ética.

-¿Qué le ha enseñado la filosofía griega sobre el ser humano?

--Que todos somos ese ser humano que se llama hombre. La filosofía me ha enseñado a ser un auténtico liberal y no tener encaje en este falso sitio de izquierda y derecha.

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