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sábado, septiembre 15, 2007

Los españoles no se fían de la economía

expansion

El reiterado optimismo del presidente Zapatero sobre el blindaje de la economía española a las turbulencias que afectan a los mercados financieros, corroborado por los grandes empresarios del país, no ha logrado frenar la espiral de desconfianza entre los ciudadanos.

Según el Barómetro España Hoy de Expansión-Ipsos, el 70% de los españoles, sin distingos en función de la ideología política, no comparte ese optimismo y cree que la crisis financiera tendrá repercusiones negativas en España.

El resultado del sondeo es coherente con la percepción de la última encuesta del ICO en agosto, que recogía una caída de seis puntos en el índice de confianza de las familias, y de quince en las expectativas económicas para los próximos meses. Habrá quien considere esta reacción un alarmismo injustificado en una economía que crece a un ritmo del 4%, y con un consumo que lo hace por encima del 3%. Pero es difícil abstraerse al clima de incertidumbre mundial en el que los temores por el alcance de la crisis suben cada día un peldaño.

Cómo permanecer impasible ante las advertencias del secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, de que la crisis de confianza en los mercados del crédito podría ser la más larga en dos décadas; o del FMI, que ve inevitable que se resienta el crecimiento mundial.

Más aún, la decisión del BCE, a contrapié, de aplazar su anunciada subida de tipos antes del verano evidencia sus temores a que la crisis sea profunda y duradera. Sus sistemáticas inyecciones de liquidez en el mercado ilustran el grado sumo de desconfianza entre los bancos, que han cortado el grifo del crédito. Si las propias entidades bancarias no se fían unas de otras, cómo esperar que los ciudadanos mantengan su confianza en la situación económica.

En el caso particular de España, la retórica optimista del Gobierno se está topando con el frontón de una realidad que excede el perímetro de la crisis subprime pues, independientemente de que la tormenta financiera acabe quedando en un chaparrón de reducidas consecuencias, la economía española empieza a acusar los síntomas de una endémica enfermedad incubada desde hace tiempo por los excesos del sobreendeudamiento en el consumo y en el ladrillo.

La restricción del crédito mundial es sólo un elemento sobrevenido que contribuirá a agravar y acelerar una ralentización económica previsible. La escalada del euribor no está siendo inocua para muchas familias obligadas ya a echar números para llegar a fin de mes. El aumento del paro registrado, la caída de las afiliaciones a la Seguridad Social, el descenso de las matriculaciones y la pérdida de recaudación en el IVA por el menor consumo son indicadores de la economía real, no un espejismo de la desconfianza financiera.

Los economistas suelen decir que para que la actividad crezca es necesario que haya estabilidad y confianza, dos ingredientes que empiezan a faltar. Como la desconfianza se retroalimenta, genera más desconfianza, el Gobierno debería tratar de frenar esa espiral con algo más que anuncios electoralistas de gasto social.

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