Denuncias por vivienda

Contra la vivienda indigna. V de Vivienda. Todos juntos podemos.

miércoles, agosto 22, 2007

Dos edificios

Ensalada de verano. Xavier Febrés
Viñeta: Leonard Beard
elperiodico


La ONU ha confirmado que su central neoyorquina, uno de los rascacielos más conocidos y pioneros de Manhattan, con su característica fachada de cortina de cristal frente al East River, será remodelado con un coste de 8.000 millones de dólares para eliminar el amianto de la estructura y renovar la red eléctrica, de refrigeración y calefacción con criterios de ahorro energético.

La ONU llega tarde. El edificio de la Comisión Europea en Bruselas, el mastodóntico enjambre de oficinas de Berlaymont, conoció una reforma idéntica entre 1991 y 2004, por valor de 503 millones de euros, para eliminar el amianto utilizado en su construcción y poner al día las instalaciones. Debuté hace muchos años en este edificio europeo como corresponsal de prensa y le tengo un cariño personal.

El Berlaymont no ha sido nunca un centro de trabajo muy afortunado. Se levanta como monumento a la soberbia de la burocracia. La mayoría de los despachos dan a la calle, a través de 3.500 ventanales hermé- ticos, abocados a la raquítica luz natural de Bruselas. La visión desde la calle de 3.500 alvéolos habitados por funcionarios alineados a lo largo de la cuadrícula de la fachada facilita la sensación de enjambre humano.

El reto arquitectónico de orientar al exterior todos los despachos hace que el Berlaymont solo tenga una cuarta parte de superficie útil de sus 200.000 metros cuadrados. Los largos pasillos interiores de los 14 pisos son de un gris tan mítico como los ventanales abiertos al cielo belga. La construcción del edificio sobre pilastras provoca alrededor del perímetro de acceso unas corrientes de aire colosales que el clima belga transforma en miles de resfriados, entre los que asumí mi cuota individual.

Son más bien pocas las defensas sentimentales del Berlaymont por parte de algunos miles de funcionarios o periodistas que hemos dejado en este edificio parte de la vida profesional y de la salud de los pulmones, por los resfriados del exterior o el amianto del interior. La indiferencia ante la suerte del inmueble me hace bascular entre dos dudas: la Europa comunitaria tiene un corazón demasiado duro o demasiado frío. Ahora le toca a la ONU.

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