Cajas, consejeros y tertulianos
DENUNCIAS POR VIVIENDA
Esta mañana en la radio de los obispos largaba el comentarista Alberto Recarte, empresario subvencionado, tertuliano de todo a cien y consejero de Caja Madrid. Decía que banquero puede ser un político o un apolítico. Si lo sabrá él. Aunque a lo mejor lo que quiso decir es que no se puede ser empresario en España sin pelotear (o chantajear) a la clase política. Lo que tiene que ser es buen banquero, repetía. Ya. Es evidente que la racionalidad del economista de mesa camilla de la Cope es pragmática a rabiar. Cero idealismo. Eso sí, sus empresitas se pagan con la publicidad del dinero de las empresas (que fueron públicas) donde mandan los amigachos, que por algo lo son; colocado él mismo en puestos públicos a dedo por los políticos de derechas, que son sus amigos también, qué casualidad; y predica ese liberalismo tóxico aguirrista, idelogía con más morro que un jabalí de los que dibujaba Uderzo antes de que se los zampara Obelix. Así andamos, porque Recarte, escritor a voleo, amante del jaleo, es sólo un botón, una muestra, de quienes ocupan los sillones de los Consejos de Administración de las cajas de ahorro. Chantajistas.
La doble moral, el descaro y el pluriempleo se besan sin pudor entre unos empresarios que no tienen iniciativa si no es de la mano de la subvención pública o cooptación del dinero de las empresas dirigidas por empresarios 'amigos' (la vieja mordida), y una clase política atemorizada por los mamporreros que berrean en los medios de comunicación privados y públicos, que apenas se diferencian tan siquiera en los salarios de sus estrellitas. Si la consigna que viene de América -su oremus en la década de los 80 y 90- es que los ejecutivos se reduzcan sus fantásticos bonos autocondedidos, a ver cuando llega la rebaja a los muy castigados medios de comunicación españoles. Mientras tanto, el Banco de España interviene Caja Castilla-La Mancha un día; otro día, en cambio, Miguel Ángel Fernández Ordoñez pide que los españoles que menos ganan se reduzcan el salario o que se abarate (aún más) el despido. Y si están en paro, ya está la radio de la conferencia episcopal para airear comedores pá pobres. La Iglesia aprieta pero no ahoga: la sopa boba mantiene el frágil equilibrio de un sistema cuestionado, donde unos pocos se han forrado a costa de la mayor transferencia de rentas de la historia de España (que se dice pronto) de los menos pudientes a las entidades bancarias y de ahorro por medio del caramelo envenenado de unos pisos inflados de precio. Hipotecas impagables.
¿Y dicen que estamos en el siglo XXI? Hay días que parece el siglo XI: los señores, los curas y los lacayos. Y de altavoz ese nuevo mester de clerecía (José Carlos Mainer dixit): poetastros, filosofastros y economistillas, que nos traen su buena nueva junto al ofertón del apartamento en Marina D'Or o el pisaco, con jardincito y jacuzzi, en, ay, Boadilla del Monte. Y lo peor de todo es que no es sólo en la Cope. El virus incubó en el resto de medios sin remedio.
Etiquetas: Banco de España, medios de comunicación, paro, salarios
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