Otro efecto colateral de la crisis inmobiliaria
Vicente Clavero/ publico
del blog 'Con negritas'
El tsunami que ha asolado el otrora próspero negocio del ladrillo no sólo tiene en un brete a inmobiliarias y constructoras de toda España. También ha segado la hierba bajo los pies de algunas sociedades que, sin pertenecer en sentido estricto al sector, dependían enteramente de su evolución. Es el caso de Contsa, una firma sevillana que hizo bastante dinero cuando el viento soplaba a favor y que ahora zozobra, con claro riesgo para los inversores que apostaron por ella.
Fue fundada en 1989 como asesoría fiscal y contable por JOSÉ SALAS BURZÓN, un avispado empresario que años después lograría captar a miles de ahorradores con el señuelo de altas rentabilidades, que durante el boom de la vivienda llegaron hasta el 30%. Los fondos obtenidos se destinaban a la financiación de promociones con buenas perspectivas de venta, parte de cuyos beneficios servían go para atender los compromisos contraídos con los clientes de Contsa.
Centenares de familias no resistieron a la tentación de comprar duros a cuatro pesetas y ganaron mucho gracias a la habilidad de Salas, que además fue forjándose una reputación de hombre altruista y desprendido, sobre todo con los artistas jóvenes, para quienes creó un premio de pintura y, más recientemente, un espacio de exposiciones llamado La Galería.
Todo empezó a torcerse cuando hace un año la construcción residencial dio sus primeras muestras de agotamiento. Los réditos no daban suficientemente de sí y, según todos los indicios, Salas echó mano del dinero fresco que entraba en Contsa, aunque nadie ha podido demostrar aún que haya reproducido la operativa piramidal que en su día cavó la tumba de JUAN ANTONIO CANO (Afinsa) o FRANCISCO BRIONES (Fórum Filatélico).
Ya a la desesperada, Salas se dedicó a financiar a promotores que no ofrecían garantías al sistema bancario, a cambio, eso sí, de elevadísimos intereses que a la postre no todos han sido capaces de afrontar, con el consiguiente quebranto para Contsa. La sociedad, a día de hoy, reconoce un pasivo de 50 millones de euros, cifra considerable si se tiene en cuenta su reducido ámbito territorial. Pero el alcance real de este trasunto a mínima escala de la crisis subprime se desconoce todavía, aunque seguramente aflorará conforme avance el proceso concursal recién iniciado.
Los primeros indicios de que las cosas no iban demasiado bien en Contsa surgieron a finales del año pasado. Los rumores sobre hipotéticos problemas de liquidez se extendieron como la pólvora por la capital hispalense e inevitablemente acabaron llegando a los medios de comunicación. En diciembre, un diario local recabó la versión de Salas sobre la situación de su empresa. La respuesta que obtuvo, como suele ocurrir, fue displicente. “Es que en Sevilla hay mucha envidia”.
Contsa ha reconocido de forma oficial que su cartera de clientes la forman unas 1.200 personas. Sin embargo, en estos casos, el número exacto de damnificados resulta siempre difícil de precisar. Algunos prefieren no aparecer por ninguna parte para no quedar en evidencia y otros porque sus inversiones, total o parcialmente, proceden de dinero negro y, si las reclaman y la Hacienda pública se pone tras su pista, a la postre puede ser peor el remedio que la enfermedad.
Las aportaciones individuales oscilaban entre los 6.000 y los 200.000 euros, que Salas asegura que está en condiciones de devolver. Según él, los activos de Contsa rondan los 80 millones (30 más que el pasivo), aunque está por ver de qué tipo son y como han sido valorados. Salas administró una sociedad de tasación que en 2004 fue sancionada por el Banco de España por incumplir los requisitos exigidos en la ley.
Etiquetas: burbuja inmobiliaria, Contsa, endeudamiento de las promotoras y constructoras

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