Vidas con fecha de caducidad
DENUNCIAS POR VIVIENDA
En 1965 Georges Perec publica su primera novela, Las cosas. Es la breve historia de una pareja de jóvenes de clase media baja, Jérôme y Sylvie, que malviven con salarios precarios en una estrecha vivienda, pero sueñan con el confortable mundo de las marcas de lujo y los podereres materiales. Chaquetas de lana virgen, divanes Chesterfield, el Hotel Drouot, el mercado de Les Puces, las ostras de temporada, la fruta selecta, las camisas Arrow. El telón de fondo sobre el que transcurre el relato es el de la crisis económica y social que se trenzaba en el centro de Europa a mediados de la década de los sesenta y que desembocó en la revuelta parisina de mayo del 68. Al final los personajes imaginarios del relato optarán por una solución cátara a la crisis, por la que tienen que pagar un precio: una metamorfosis personal.
Ahora imaginemos a una joven pareja que se hipotecó hace dos o tres años. Les llamaremos Álvaro y Sonia. No están casados; compraron un apartamento en un barrio céntrico de una ciudad de provincias; sus padres les prestaron (sin intereses) el dinero para la entrada; con sus sueldos precarios pagan el plazo de la hipoteca, se visten, compran comida, aunque no siempre pueden y son sus padres quienes se la compran, se divierten los pocos ratos de ocio que les deja su subempleo, no viajan, no se plantean tener hijos. Hace dos años, según las autoridades económicas, el precio de la vivienda aún subía en este país. Y Álvaro y Sonia, aunque viviesen entre estrecheces, tenían ese alivio: lo que pago vale algo, y parece que su valor aumenta. Tras leer en un diario económico la noticia de que el precio de la vivienda usada está cuesta abajo, ya no tienen tan claro que los veinte años que aún les quedan para terminar de pagar su vivienda vayan a resultar un buen negocio.En resumen, Álvaro y Sonia ya no tienen sueños -hay que mantener los trabajos precarios por medio de la docilidad y el adocenamiento, y sus sueños suelen tender a la anarquía y la autogestión-; sus motivaciones menguan mes a mes y las horas se hacen largas y puede que empiecen a aflorar otro tipo de angustias; ni siquiera pueden abandonar su casa y marcharse a la orilla de una playa o a la falda de una sierra o a la lengua de un desierto. Están atados a su hipoteca y a su tren de vida, a sus prestamistas. Y atrapados en su (si alguna vez terminan de pagarlo) apartamento.
Etiquetas: generación baby boom, hipotecados, Las cosas, Perec

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