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lunes, agosto 27, 2007

Casandra y los desequilibrios

Juan Velarde Fuentes/ abc

Bien conocida es la maldición que Apolo lanzó sobre Casandra: profetizaría bien, pero nadie escucharía sus duros pronósticos. Ahora lo vemos con la reiterada proliferación de Casandras que anuncian problemas inexorables que van a originar daños a nuestra economía. Pueden incluso rozar lo irreparable, si no se les atiende. Eso fue lo sucedido en 1957, 1973 y 1993. Ya lo hemos experimentado, pues, tres veces desde 1957. Ahora, con la crisis bursátil en plena acción, merece la pena volver la vista a la situación.

Esa derivación de Casandra que es el Fondo Monetario Internacional nos había llamado la atención al principio de verano, sobre nada menos que siete desequilibrios de nuestra economía. El primero era el déficit por cuenta corriente. España en este sentido, y en porcentaje del PIB se ha colocado en la magnitud más alta de todos los países con algún peso en la economía mundial. El segundo era la acumulación de deuda exterior de España. Alcanza el 140 por ciento del PIB. Sobrepasa así ampliamente todo margen de seguridad. Un endeudamiento fuerte no tiene por qué preocupar si la inversión que provoca produce más renta que los tipos de interés que se han de pagar. Pero he ahí que ambas cosas -los intereses en alza y los rendimientos escasos de las inversiones- pueden perturbar el futuro de modo muy importante. Porque el tercer desequilibrio era la mala situación derivada, en la competencia internacional, por el debilísimo incremento de nuestra productividad, tanto la del trabajo como la total de los factores.

En una economía abierta, como es la española, esto puede ser muy serio. Todo lo complica el cuarto desequilibrio, la inflación derivada en parte notable del recalentamiento de nuestra economía. Es un problema muy serio, que no se ha atajado con ninguna medida estructural, como pudiera ser la apertura mayor a la competencia de sectores protegidos. El quinto desequilibrio venía determinado por la carrera alcista que provoca gasto público mayor, seguido de creciente presión tributaria para mantener equilibrado el presupuesto, sin percibir que este saldo cero -vieja tesis de Fuentes Quintana en polémica con Borrell- debe lograrse con restricciones serias del gasto público. El sexto lo produjo el freno a la industria de la construcción que será creciente, y cuya magnitud total no se conoce. Y el séptimo venía del exterior. Por un lado, la cadencia de una política energética, con el tabú ante lo nuclear, que garantiza la subida de precios en ese sector de importación española muy fuerte; por otro, el descenso de la ayuda neta que nos concedía la Unión Europea, que se deshace como dicen que pasa ahora con los hielos de Groenlandia. Para colmo, últimamente ha surgido una situación bursátil e hipotecaria delicada.

El FMI y multitud de economistas se han unido a Casandra. Por no escucharla pereció Troya. Recuérdese lo sucedido en una España en la que muchos responsables vieron como caía sus Troyas respectivas en las citadas fechas de 1959, 1973 y 1993.

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